jueves, 27 de enero de 2011

ORIGEN Y CREENCIAS DEL MOVIMIENTO PENTECOSTAL I

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. La nostalgia del racionalismo: De Pentecostés a la Nueva Era.

El pentecostalismo es la realidad religiosa más enérgica del cristianismo moderno. En sus cien años de historia contemporánea el movimiento pentecostal ha cambiado iglesias, formas cúlticas y transformado la vida de millones de personas. La revolución espiritual del movimiento pentecostal y su variante carismática está detrás, en buena medida, del espectacular crecimiento evangélica de los últimos veinte años.

El famoso evolucionista y humanista el doctor Ashley Montagu, profesor en la Universidad de Princeton afirmó sobre la verdad: “La verdad absoluta pertenece solamente a una clase de humanos, la clase de los necios absolutos”. Con esta lapidaria afirmación el Dr. Montagu dinamitaba los últimos restos del racionalismo y el humanismo modernista.

El final de la “verdad absoluta” se constituía, paradójicamente, en la tumba del pensamiento modernista y su componente ateo. El humanismo, nacido del Renacimiento con sus fuertes dosis de optimismo; la Ilustración, con su idea de progreso y la bondad innata del hombre; el Racionalismo y su “fe” en la ciencia como fuente de toda verdad objetiva, terminaban juntos en el saco roto del Posmodernismo.

Dos guerras mundiales, numerosos conflictos armados, el hambre en el Tercer Mundo, la mecanización del hombre y el fracaso de los ideales marxistas, devolvían al hombre hacia sus viejos dioses irracionales. Podríamos parafrasear al filósofo y decir: “La razón ha muerto”. Junto a ella, las plañideras de la teología liberal, la teología de la liberación y la madre de todas las teologías, hacen coro. Después de varias décadas aproximándose al racionalismo, la “vanguardia teológica” se hunde en el más profundo desconcierto. Tras trivializar la Biblia, descomponerla en infinitas partes, experimentar la critica racionalistas feroz y el Reino de los Cielos, aquí y ahora, la “Biblia racionalista” ya no sirve en un mundo irracional.

El teólogo Gabriel Marcel dice acerca de una religión sin misterio: “sin el misterio, la vida sería irrespirable”.

Podemos decir ante la tumba de la modernidad lo que Antonio ante el cuerpo de Julio César: “Ayer mismo, la palabra de César podía enfrentarse al mundo; ahora yace ahí, y nadie es tan poca cosa que le haga reverencia ”.

La “Vieja Tierra” está preparada para recibir a los nuevos sacerdotes de los nuevos dioses (religiones orientales, espiritismo, religiones africanas, fenómeno ovni, misterios exotéricos, brujería), pero unidos a todo este nuevo movimiento espiritual, de una manera sorprendente y fuera de todo programa, las iglesias evangélicas comienzan a crecer en los cinco continentes. Uno de los motores principales de este crecimiento han sido sin duda las iglesias pentecotales. Esto nos lleva a las siguientes preguntas: ¿El pentecostalismo y la Nueva Era son dos caras de la misma moneda? ¿Las iglesias pentecostales son una consecuencia más de la reacción posmoderna?

Lo único que el pentecostalismo tiene en común con los “Nuevos Movimientos Religiosos” y la “Nueva Era” es el deseo de dar respuesta al gran vacío existencial del ser humano, pero la forma y el fondo de sus respectivos mensajes son totalmente opuestos.

El movimiento pentecostal es tan amplio, diverso y rico, que difícilmente podremos resumirlo en esta serie de artículos, pero intentaremos acotarlo desde un punto de vista sociológico, histórico, cultural y antropológico; evitando el debate teológico, ya que, si uno quiere tener enemigos irreconciliables métase en teologías. Por eso yo digo como en el proverbio medieval: Aude, vide, tace, si vis vivire en pace .

Por último, agradecerle a Manuel de León sus artículos, sin cuyo acicate estos artículos no habrían visto la luz. Terminando de nuevo con las palabras de mi querido Antonio ante el cuerpo del héroe muerto: “¿Vais a tener paciencia? ¿queréis esperar un poco? Me he excedido al hablaros de ello: temo que agravio a los hombres honrados cuyas dagas apuñalaron a César: lo temo”.


Próximos artículos:
2. La Nueva Espiritualidad en un Mundo Viejo: posmodernidad y pentecostalismo.
3. Pentescotalismo, carismatismo y neopentecostalismo.
4. Orígenes del pentecostalismo moderno: Más allá de Topeka.
5. El pentecostalismo como movimiento de integración racial.
6. El fuego pentecostal y la renovación de la liturgia protestante.
7. Pentecostalismo: una religión para los humildes.
8. La actitud moral del pentecostalismo.
9. El ecumenismo pentecostal: Llegando a todos desde la base.
10. Carismatismo católico: ¿Una esperanza de renovación?
11. Los pentecostales: un movimiento de poder.
12. La fuerza evangelizadora del pentecostalismo: la locura de la predicación.
13. Libertad cristiana frente a dogmatismo.
14. Los nuevos movimientos religiosos: posbiblismo y gnosticismo.
15. Un siglo XXI pentecostal, como Joel profetizó.
16. Una sola labor, una sola denominación.

Mario Escobar Golderos, licenciado en Historia, diplomado en Estudios Avanzados por la Universidad Complutense de Madrid y director de la revista “Nueva Historia para el Debate”.

miércoles, 26 de enero de 2011

El Arcipreste de Hita, un heterodoxo


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Todos hemos oído hablar del Libro del buen amor, obra universal de las letras hispanas. Algunos la leímos con desgana en la adolescencia, pasando por alto su riqueza literaria y el mensaje que subyace en cada estrofa. Jose C. Nieto, ilustre doctor en Teología y profesor de Princeton, vio en los versos del poeta parte de su ideología y disidencia con la Iglesia de Roma. Aunque antes lo percibió el ilustre Luis Usoz y Río, comentándolo en la introducción del libro Imagen del Anticristo de Juan Pérez. Pero volvamos ahora a leer las rimas del Arcipreste y afinemos el ojo:
Si tovieres dineros, avrás consolación
plazer e alegría, e del papa ración;
conprarás paraíso, ganaras salvación:
do son muchos dineros, es mucha bendiçión.
El texto menciona las prácticas de la Iglesia Romana en el siglo XIV, como la posibilidad de compra cargos eclesiásticos, que el poeta comenta en los versos e del papa ración, o la venta del paraíso y la salvación por medio de las indulgencias. Lo que destaca de este texto es la crítica directa hacia el Papa, algo extraño para la época. El poeta continúa diciendo:
Ahora el papadgo es puesto en riquesa,
De le tomar cualquier non toman peresa,
Moguer sean viejos, nunca sienten flaqueza.
Ca nunca vieron papa que muriese en pobresa.
En el tiempo muy santo non podía auer
Uno que este estado se atreviese tener;
Agora mal pecado ya lo podedes entender
Do se dan apunnadas, quien podría papa ser.
En estos versos se critica la avaricia y opulencia del papado, comparándolas con el tiempo “muy santo” o Iglesia primitiva. Pero el poeta también critica otros estamentos eclesiásticos cuando dice:
Si estos son ministros, sónlo de Sátanas,
Ca nunca buenas obraste faser les veras.
El Arcipreste cuestiona las instituciones de su tiempo, aunque no de una manera clara y rotunda, al fin y al cabo esa es su intención:
Las del buen amor son razones encubiertas:
trabaja do fallares las sus señales çiertas;
si la razón entiendes o el seso açiertas,
no dirás mal de libro que agora refiertas.
El agitado momento por el que pasaba la Iglesia Católica con un papa en Roma y otro en Aviñón, las disputas de los obispos como verdaderos señores feudales, ponían en entredicho su autoridad espiritual. El Arcipreste recoge este descontento y lo traslada a sus versos haciendo una de las primeras críticas al papado dentro de la Península Ibérica.
En el terreno estilístico el Libro del buen amor influyó en la literatura de otros muchos escritores como Fernando Pérez de Guzmán, Fernando de Rojas, Juan de Valdés, Constantino Ponce o el mismo Miguel de Cervantes.
Para concluir, el Arcipreste de Hita nos deja esta oración final. En ella no hay intermediarios, vírgenes o santos, la suplica es sencilla y dirigida directamente a Dios:
El que fizo el çielo, la tierra e la mar,
El me done su gracia e me quiera alunbrar,
Que pueda de cantares un librete rimar,
Que los que lo oyeren puedan solar tomar.
Tu Señor e Dios mío, el tu açipreste
Que pueda fazer libro de buen amor aqueste
Que los cuerpos alegre e las almas preste.

Mario Escobar Golderos.

¿Es cristiano el mormonismo?



JOSÉ DE SEGOVIA BARRÓN

Jons Smith fundador del mormonismo


La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días está claro que no es una iglesia evangélica, pero ¿cuánto hay de cristiano en el mormonismo? Ellos dicen que creen en Jesucristo, además de la Biblia, que está incluida en la lista de los cuatro libros que reconocen como Las Escrituras. El coro de su Tabernáculo canta himnos cristianos en todo el mundo. Su vida y su mensaje están claramente centrados en torno a un concepto de familia claramente inspirado por su fe. Porque ¿no son entonces cristianos?

Primero, porque un cristiano, en primer lugar es alguien que cree en Dios. Creemos en el único Dios vivo y verdadero. Por lo que que aparte de Él, no hay ningún otro dios (Dt. 6:4; Is. 43:10-11; 44:6-8; 45:21-22; 46:9; Mr. 12:29-34). Los mormones sin embargo enseñan que hay muchos dioses (La perla de gran precio; El Libro de Abraham 4:3 y que nosotros, como seres humanos podemos llegar a ser dioses (Cómo lograr un matrimonio celestial, pág. 130). Es más, dicen que por el matrimonio podemos tener hijos espirituales, que nos adorarán y orarán, como hacemos nosotros con nuestro Padre celestial (Principios del Evangelio, págs. 9, 11, 283).
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El Dios en que creen los cristianos es Dios y no hombre (Nm. 23:19; Os. 11:9; Ro. 1:22-23). Los mormones sin embargo creen que Dios fue un hombre como nosotros, que progresó hasta llegar a ser un dios (Doctrinas y convenios 130:22). Por eso tiene un padre y un abuelo, y así hasta lo infinito (Enseñanzas del profeta José Smith, pág. 464).

El problema para los mormones no está por lo tanto en negar que Jesucristo sea Dios, como los Testigos de Jehová, sino en que su propia idea de divinidad no es más que el resultado del progreso por el que cualquier hombre puede llegar a ser dios. De hecho el Espíritu Santo es también “un espíritu con la forma de un hombre” (Doctrina de Salvación, vol. I, pág. 36), ya que ambos son descendencia de un padre y una esposa celestial (Fielding McConkie, Encyclopedia of Mormonism, vol. 2, pág. 649).

Segundo, porque la salvación, no depende para los mormones de la obra de Cristo. Puesto que “no existe ningún hombre o mujer, que viole los pactos hechos con su Dios, del que no se exija el pago de su deuda”. Ya que “la sangre de Cristo nunca la borrará”. Es “vuestra propia sangre” la que “debe expiarla”, dice la doctrina mormona (Journal of Discourses, vol. 3, pág. 247). Ya que “hay algunos pecados serios para los que no funciona la limpieza de Cristo”. Por lo que “la ley de Dios es que hay que derramar la propia sangre de los hombres para expiar sus pecados” (B. MacConkie, Mormon Doctrine, pág. 87)

De hecho, según El Libro del Mormón, la expiación de Cristo sólo sirve para que haya una resurrección física y se abra la puerta a la vida eterna (Doctrina de Salvación 1:118). Ya que para obtener vida eterna, hay que hacer buenas obras (Artículos de fe, 92, 95-98). Puesto que es “por la gracia que nos salvamos”, pero “después de hacer cuanto podamos” (2 Nefi 25:23). Mientras que la Biblia nos enseña que no podemos hacer nada para salvarnos, ya que estamos “muertos en nuestros pecados” (Ef. 2:1-5).

El mormón cree que hay que arrepentirse de todos nuestros pecador y obedecer hasta el fin (3 Nefi 27:19). Pero para eso, “el abandono del pecado debe ser permanente”, ya que “el verdadero arrepentimiento no permite volver a cometer el mismo pecado” (Spencer W. Kimball, El arrepentimiento conduce al perdón, pág. 10).

Por eso el apóstol Pablo dice que “todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en la ley, para hacerlas”. Por lo que “por la ley ninguno se justifica para con Dios”, ya que sólo “el justo por la fe vivirá” (Gá. 3:10-11).

¿DE DÓNDE VIENEN LOS MORMONES?

Organizada en 1830 por un norteamericano llamado José Smith (1805-1844), la Iglesia de Cristo recibe el nombre de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días cuando se establece en Utah en 1847 por medio de su sucesor y verdadero artífice del mormonismo, Brigham Young (1801-1877). Al renunciar a la poligamia en 1890, se convierte para el gran público en otra iglesia más. Pero ¿qué tipo de iglesia es ésta?

En el manual para misioneros mormones, escrito por Douglas y Jewel N. Beardall en 1979, se dice con claridad: “No somos protestantes”. Pero “a nuestros amigos protestantes, que creen que la salvación es por la gracia a través de la sola fe, les decimos: Hay ciertas ordenanzas que deben recibir, cierta autoridad que deben poseer y hay ciertas obras que deben realizar”. Esto es lo que llaman “la plenitud del evangelio de Jesucristo”. La iglesia mormona se presenta así como la restauración del cristianismo primitivo, ya que para ellos, es la única iglesia por la que uno puede alcanzar el estado celestial. Ese es el sentido de la primera visión que recibió José Smith.

Parte de la familia de Smith había llegado a la iglesia presbiteriana a raíz de un avivamiento espiritual que vivieron al trasladarse a Palmira, Nueva York, pero él prefería ir solo con su Biblia al bosque. Allí “investigando las Escrituras”, se da cuenta que “no había ni sociedad ni denominación que estuviera edificada sobre el Evangelio de Jesucristo, como está escrito en el Nuevo Testamento” (Personal writings, pág. 5). Luego dice que el Padre y el Hijo le habían dicho que “no se afiliara con ninguna de ellas”, aunque los propios historiadores mormones dicen que se hizo metodista en 1828. Su madre no supo nunca de esa visión. Lo mismo que otro de los fundadores de la iglesia, Oliver Cowdery. Aunque creían que un ángel le visitó en su dormitorio para decirle que “no hay ninguna iglesia verdadera en la tierra”.

Al principio del mormonismo no se hace ninguna alusión a una visión previa a la aparición del ángel Moroni, pero en 1823 dice que le habló de unas planchas de oro, donde estaba escrito el Libro del Mormón en un idioma que ellos llaman “egipcio reformado”. En esa época parece que Smith se dedicaba a buscar tesoros ocultos por medio de la adivinación, siendo condenado en un juicio por fraude. ¿Cómo llega entonces a hacer este libro?

Hay que darse cuenta que la idea principal de esta obra, la teoría de que los indios americanos pudieran ser hebreos, fue bastante popular en Estados Unidos hasta mediados del siglo XIX. De hecho fue un historiador mormón, Richard L. Bushman, el primero que mencionó el libro de un pastor congregacional llamado Ethan Smith (1762-1849), Visión de los hebreos, como fuente del Libro del Mormón, en una tesis doctoral presentada en Yale en 1902. Su estudio muestra claramente que es un documento moderno, disfrazado de texto antiguo, lleno de anacronismos y disparates.

¿TEMPLOS CRISTIANOS?

La vida y actividad de los mormones gira de un modo especial en torno a una veintena de templos que hay en todo el mundo (uno de los cuales está en el madrileño barrio de Moratalaz), que no debemos confundir con su lugar habitual de reunión. Estos impresionantes edificios son usados para ciertos rituales secretos, fuertemente inspirados por la masonería, que tuvieron que ser cambiados en 1990, al empezar a recibir demasiada publicidad. Es allí donde se hace sobre todo el bautismo por los muertos y el llamado matrimonio eterno.

El templo bíblico tenía la función de enseñar la necesidad de expiación de nuestros pecados, para poder tener relación con el único Dios vivo y verdadero, pero los templos mormones tienen como objetivo convertir a los hombres en dioses. Dicen que sus ritos eran parte del cristianismo primitivo, pero que fueron saboteados por la apostasía de las iglesias. Pero ¿cuál es su base bíblica? El bautismo por los muertos se cita solamente en 1 Corintios 15:29, pero no hay evidencia alguna en la Historia de la Iglesia de esa práctica, que contradice la enseñanza del Nuevo Testamento y la salvación cristiana. Ni siquiera el matrimonio se hacía nunca en el templo en tiempos bíblicos.

Dios designó sólo un Templo, ya que Israel sólo conocía a un Dios verdadero (Dt. 12:5, 13-14; 16:5-6), pero sus actividades no eran secretas, como las de los mormones. Estas además sólo podían ser realizadas por el sacerdocio aarónico. Y al final de su ministerio, Jesús predijo que el templo de Jerusalén iba a ser destruido, no para ser sustituido por una veintena de templos en todo el mundo, sino porque había llegado la hora de adorar al Padre “en espíritu y en verdad” (Jn. 4:21-23). Cuando Jesús muere, “el velo del templo se rasga en dos, de arriba abajo” (Mt. 27:5 ), abriendo la entrada al Lugar Santísimo, al que sólo podía entrar el sumo sacerdote una vez al año con una ofrenda de sangre.

Jesús ha abierto así por su sacrificio un camino abierto a Dios, por el que ya no necesitamos otro templo. Por la fe en Cristo el creyente tiene acceso libre a la misma presencia de Dios. “Por tanto, teniendo una gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios”, nos dice Hebreos: “Acerquémonos, pues confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (4:14-16). No es José Smith, sino Jesús, el que tiene las llaves de la salvación (Ap. 1:17-18), ya que su nombre es el único nombre por el que podemos ser salvos (Hch. 4:11-12). Él es “el camino, la verdad y la vida” Jn. 14:6


Orígenes del Cristianismo en Irlanda I


Por Mario Escobar, escritor e historiador.

Historia del cristianismo en Irlanda (I)


Irlanda del Norte es ahora una región en paz aunque las tensiones surjan cada año entre las comunidades católica y protestante. Los Orangistas, que intentan todos los veranos atravesar los barrios católicos para celebrar la victoria de los norirlandeses sobre las tropas del rey Jacobo II, son celebrados en nuestros periódicos como una suerte de extremistas y fanáticos religiosos. Pero, ¿en Irlanda del norte hay verdadera mente una guerra religiosa? ¿Cuáles son los orígenes de las tensiones entre católicos y protestantes?


Las historias de Irlanda e Inglaterra han estado ligadas a lo largo de los siglos. De hecho hasta hace nueve mil años las dos islas estaban unidas por tierra, pero el deshielo de los mares las separó definitivamente, por lo menos geológicamente. Se cree que los primeros humanos que poblaron Irlanda son anteriores a la separación de ambas islas.

BASES DEL CRISTIANISMO EN IRLANDA.
Los primeros pobladores Neolíticos de Irlanda provenían de Oriente Medio, viéndose obligados a emigrar progresivamente debido a la falta de recursos, llevando con ellos métodos técnicos agrícolas y toda suerte de utensilios. A estos primeros pobladores se fueron uniendo diferentes pueblos a lo largo de la Prehistoria.

En la Edad de Bronce apareció la primera forma de escritura irlandesa conocida por el nombre de ogham. Este tipo de escritura era de carácter ceremonial y se ha encontrado en algunas piedras en centros religiosos.

Uno de los pueblos que más ha marcado la cultura y costumbres irlandesas son sin duda los celtas. Al parecer estos pueblos, originario del mar Caspio, llegaron primero a Gran Bretaña, estableciéndose allí los britanos y en Irlanda y Escocia los gaélicos, hacia el año 500 antes de Cristo. El galaico, la lengua originaria de estos pueblos, sigue hablándose en Irlanda y constituye una de las lenguas vivas más antiguas de Europa Occidental.

Las primeras descripciones del pueblo irlandés, por cronistas foráneos datan del siglo I antes de Cristo, ya que la información anterior que se ha conservado consiste en simples leyendas. El geógrafo griego Estrabón describe Irlanda como:
“más salvajes que los britones, caníbales y muy voraces. Juzgan digno de elogio el devorar a sus padres muertos e igualmente relacionarse abiertamente no sólo con otras mujeres, sino también con sus propias madres y hermanas... los nativos son totalmente salvajes y tienen una existencia desgraciada debido al frío”.
Esta descripción no se ajusta a la realidad dado que las culturas gaélicas eran sofisticadas y complejas.

La religión celta, fundamentalmente politeístas, creía en la inmortalidad del alma y la vida ultraterrena. Los tres grupos sociales más importantes lo constituían los guerreros, los agricultores y los druidas. La nobleza, por medio del vasallaje, tenía sometida a la masa de campesinos, aunque estos eran considerados hombres libres. El estrato más bajo de la sociedad lo formaban los esclavos.

El mar protegió a los Irlandeses de la expansión romana y las posteriores invasiones bárbaras. La forma política básica la constituía una serie de monarquías tribales que sobrevivieron hasta bien entrada la Edad Media. Estos reinos tenían como distintivo común, además de la lengua, las “Leyes de Brehon”(1). En el aspecto del folklore han sobrevivido “Las Sagas”, una especie de mitología gaélica.

Los primeros cristianos debieron llegar a Irlanda gracias a las rutas comerciales de esta con Gran Bretaña y la Galia, en las postrimerías del siglo IV. Apenas cincuenta años después, en el 431, el obispo de Roma, Celestino I, decidió enviar al diácono Paladio, para hacerse cargo del grupo de creyentes de la isla, pero este murió asesinado poco después de su llegada. Según cuenta la leyenda tan sólo un año más tarde de este hecho, San Patricio, patrón de Irlanda, llegó como misionero al país.

San Patricio es un protagonista destacado de la evangelización de Irlanda.En sus “Confesiones”, que son autobiográficas, nos narra además de su misión, los orígenes de su estirpe. Nacido en el año 390, su llegada a Irlanda se produjo en el 456 y la fecha de su muerte aproximadamente en el año 490. El 17 de Marzo, fecha en la que se cree que murió, se ha convertido en la fiesta nacional en todo el país.

El lugar de su nacimiento fue Gran Bretaña, su padre llamado Calpurnio, era decurión(2), diácono cristiano y terrateniente. Según nos cuenta el mismo San Patricio, fue secuestrado junto a dos de sus hermanas por un grupo de irlandeses, durante seis años fue esclavo hasta que logró escapar y volver a su casa. Pero poco después recibió una visión que le animaba a volver a Irlanda, pasando antes por Francia donde recibió las órdenes sacerdotales.

El deseo misionero de San Patricio fue producto de su propia fe, de hecho tuvo problemas con la jerarquía romana al auto declararse obispo, con el fin de nombrar a otros sacerdotes en la Isla. La sede de la nueva iglesia de Irlanda fue Armagh. Al principio San Patricio intentó implantar el sistema episcopal, pero el carácter rural del país dificultaba esta forma de organización, por lo que optó por la constitución de abadías y monasterios, donde el abad se encargaba de supervisar un territorio o reino.

La conversión de los irlandeses fue bastante rápida, constituyendo muy pronto una iglesia dinámica y misionera. Cuando el Imperio Romano sucumbió y el cristianismo retrocedió en algunas zonas a causa de las invasiones bárbaras, en Irlanda siguió floreciendo una gran erudición cristiana.

Las invasiones vikingas del siglo X afectaron profundamente a la isla. Los ataques piratas duraron dos siglos, terminando con el establecimiento definitivo de comunidades vikingas, principalmente de daneses. Estos pueblos invasores se convirtieron muy pronto al cristianismo.

La Iglesia de Irlanda se mantuvo aislada del resto de la cristiandad y de la obediencia a Roma entre los años 650 y 1080. El Papa Gregorio VII (1073-85) decidió terminar con esta situación e incluyó a la Iglesia de Irlanda en su jurisdicción. Situación que aprovechó el arzobispado de Canterbury (Inglaterra) para reclamar su jurisdicción sobre la isla.

La propuesta inglesa fue secundada por la población irlandesa de origen danés, que quería pertenecer a la misma jurisdicción de sus hermanos en Inglaterra. En el 1150, se nombró el primer legado papal para Irlanda, un italiano llamado Paparo. En el sínodo de Kells, convocado dos años más tarde, se adoptó el sistema episcopal, se ordenó a treinta y seis obispos, cuatro arzobispos y se concedió la primacía a la ciudad de Armagh. De esta forma Irlanda no dependía de Canterbury.

Pero, a falta de una autoridad firme en la isla, esta reforma no dio resultado en la práctica, por lo que el papa Adriano IV, concedió en el año 1155 la jurisdicción del país a Enrique II de Inglaterra. Al parecer, algunos legados ingleses manipularon la voluntad papal dando una imagen de Irlanda más pagana y bárbara de lo que realmente era, con el fin de hacer recaer la jurisdicción eclesial sobre el monarca inglés. La prueba concluyente de esta supuesta cesión papal a la corona inglesa se ha perdido y en la actualidad se defiende que nunca existió, ya que no hay restos del documento original, ni copia alguna en el archivo Vaticano.

El 17 de octubre de 1171, después de varios años de guerras internas, Enrique II desembarcó en Irlanda con el fin de asegurarse el dominio de la isla, tras su victoria, el papa Alejandro III le dio el título de “Señor de Irlanda”.

Los nuevos amos normando-ingleses intentaron hacerse con el gobierno de la isla aunque sólo fuese nominalmente. De hecho hasta el 1337, gracias al apoyo recibido de Inglaterra, los normandos dominaron buena parte del territorio, pero la Guerra de los Cien Años entre Francia e Inglaterra, les dejó desprotegidos.

A mediados del siglo XIV la minoría normanda había sido absorbida y la autoridad de Inglaterra durante más de cien años fue ficticia, sólo la llegada al poder de los Tudor(3) volvió los ojos de la Corona a sus posesiones irlandesas.

Próximo artículo: La Reforma en Irlanda



1) Leyes tribales que recogían todas las costumbres sociales y la forma de relación económicas entre las tribus de Irlanda.
2) Decurión: Jefe de una decuria, que era cada una de las diez partes en las que se dividía una Curia, división territorial y jurisdiccional romana.
3) Tudor: Tras la guerra civil de Las Dos Rosas, entre los Lancaster y los York, Enrique VII, hijo de Sir Edmundo de Hadham, conde de Richmond y Margarita, hija única del Duque de Somerset, se convirtió en heredero de la familia Lancaster por parte de su madre, tras derrotar al rey yorkista Ricardo III, accedió al trono, convirtiéndose en el primer monarca de la dinastía Tudor.

Valdés antes que Lutero



Juan de Valdés.
Un reformador español anterior a Martín Lutero
Juan de Valdés es un ejemplo de los estrechos lazos que hubo, por lo menos en un principio, entre los reformados españoles y los seguidores de Erasmo . En algunos casos la simbiosis fue total, hasta el punto de que algunos erasmistas terminaron por separase de la línea ambigua, después de abierta condena, que tomo el Holandés frente a Lutero, y su negativa a unirse a las filas de los reformados. Uno de esos hombres era conquense, estudiante en Alcalá de Henares y ciudadano del mundo, se llamaba, Juan de Valdés.
Juan fue uno de los primeros españoles en abrazar la fe reformada, aunque sea difícil encasillarlo en cualquier tipo de dogmatismo. Tal vez, esta negativa a encasillarse, ha creado mayor dificultad; por ello algunos historiadores han puesto en duda sus ideas reformadas protestantes, queriendo asociarlo a los diferentes grupos de reformistas moderados que surgieron dentro de la Iglesia Romana. Antonio Fernández Luzón se inclina claramente hacia el protestantismo valdesiano cuando afirma que Juan de Valdés, al que Bataillon adscribió al erasmismo, es hoy generalmente admitido como luterano después de los estudios de Nieto, Gilly y Firpo . Lo mismo pensabaN Menéndez Pelayo, el Dr. Manuel Gutierrez, el Dr. José Flores; Werner Thomas habla de la aparición de Juan de Valdés como luterano en la lista de 1533, entregada al tribunal de Toledo por el clérigo manchego Diego Hernández .

Con el fin de descubrir a la persona escondida detrás del “personaje”, introduzcámonos en sus vivencias más íntimas y en los primeros años de su formación, conociendo a su familia y algunas de las personas que lo rodearon en esta etapa. Los Valdés provenían de una familia conversa de Cuenca, con precedentes de apoyo a la revuelta de los comuneros a favor d
el Marqués de Villena . El padre de Juan se llamaba Hernando y trabajaba bajo las órdenes de otro judío converso, el primer Marques de Moya, Andrés de Cabrera. Esta unión con los Marqueses de Moya permitió a la familia Valdés prosperar bajo su sombra. Cuando los Marqueses se pusieron durante la Guerra Civil de 1475 al lado de la entonces princesa Isabel, no podían ni imaginar los beneficios que esto iba a reportarles. De ser unos nuevos nobles, pasaron a ocupar una posición importante en la Corte Castellana. Hernando, por su parte, recibió la vacante de regidor de Cuenca. El padre de Juan se casó poco después con María de Barrera que procedía como él de familia conversa.

La pareja tuvo doce hijos de los que sólo nueve llegaron a la mayoría de edad. Por no enumerar a todos destacaremos a Andrés de Valdés, el primogénito, que ocupó el regimiento conquense del padre; Diego, Arcediano de Villena y canónigo de Cartagena; Francisco, maestre sala del Marqués de Moya y Alonso, secretario del emperador Carlos V. Los Valdés habían alcanzado en muy pocas generaciones un gran prestigio social, que hizo olvidar durante algún tiempo sus orígenes judíos. Alonso, por ejemplo, había llegado al escalón más alto dentro del sistema burocrático de su tiempo.

La única forma de ascender socialmente para un burgués en aquel momento era el ejército, la religión o la administración real. La carrera de Alonso no fue fácil, pero la ayuda de sus hermanos y el Marque de Moya, le allanaron el camino.

Juan, que es la figura central de este capítulo, nació en 1501, vivió alejado de la Corte, seguramente preparándose para ser sacerdote seglar o secular. Sus primeros estudios debió recibirlos en el patrocinio capitular existente en Cuenca, aunque poco se sabe de su vida en dicha ciudad. De allí marchó a Escalona hacia el 1523 para entrar a trabajar en la casa de don Diego López Pacheco . La vida de Juan debió ser tranquila ya que el Marqués, de avanzada edad, pasaba sus últimos años en un apacible retiro alejado de las pasiones mundanas. Según algunos procesos inquisitoriales, don Diego tenía a su cargo a un predicador acusado años más tarde de alumbrado, llamado Pedro Ruiz de Alcaraz . El Marqués, sus siervos y familiares escuchaban atentamente sus enseñanzas y fue, con toda seguridad, el primer maestro espiritual de Juan. Este primer contacto con temas espirituales le debió marcar profundamente, arrepintiéndose del tiempo perdido leyendo y viviendo mundanamente, preocupado en lecturas de caballería, como el mismo confiesa en su libro Diálogo de la Lengua.

En el año 1527 entró en la universidad de Alcalá de Henares, para estudiar griego y posiblemente también hebreo, teniendo como maestro a Francisco de Vergara. Durante dos años asistió a clase, donde pudo observar por primera vez como corrían verdaderos vientos de reforma erasmista en las aulas Alcalaínas. Joven amigable y de gran facilidad para el estudio, se ganó la simpatía de profesores y compañeros, convirtiéndose en pocos años en un verdadero erudito de lenguas clásicas como el griego, el hebreo y el latín. En el dominio del castellano se le consideraba un verdadero genio.

Las inquietudes espirituales que Juan llevó a Alcalá, fruto de su conversión en Escalona, le hicieron reflexionar sobre la incapacidad del hombre para alcanzar la salvación por sus propias fuerzas. No se sabe a ciencia cierta, si estas ideas del pequeño grupo de la casa del Marqués de Villena, ahondan sus raíces en las tierras de la Reforma Alemana, pero por el número de obras de Lutero que circulaban en ciertos medios sociales y culturales, bien podían ser estas las inspiradoras de las prédicas de Alcaraz. El mismo Juan debió tener acceso a dichas obras por medio de su hermano Alonso.

Las vivencias espirituales de Valdés, unidas a las lecturas anteriormente citadas, en un ambiente abierto y receptivo, como la Universidad Alcalaína, dieron a luz su libro: Diálogo de Doctrina Cristiana . Sería un error creer que la voz de Juan era una gota en un océano de indiferencia, ya que sus inquietudes era compartida por un gran número de profesores y alumnos.

El Dialogo de la Doctrina Cristiana fue impreso por Miguel de Eguía, y vio la luz el 14 de enero de 1529. Juan prefirió no darse a conocer y la obra salió con autor anónimo. El libro armó un gran revuelo y fue entregado a una comisión de la Inquisición para ser examinado, la cual dictaminó que la revisión de algunos textos confusos era suficiente para darle el visto bueno y permitir su difusión, dejando dormir tranquilo a nuestro protagonista. Con este catecismo Valdés se anticipaba a los de Lutero, que aparecieron en abril y mayo de ese mismo año.

Aunque el juicio del Dialogo de la Doctrina Cristiana puede parecernos benigno, hemos de añadir, que en una carta dirigida a los tribunales de distrito de la Inquisición desde la Suprema, órgano máximo de la Inquisición, con fecha 27 de Agosto de 1529, su lectura quedó prohibida. A pesar de todo su difusión es muy importante, de hecho Bataillon lo redescubrió en Lisboa, lo que nos habla de su difusión más allá de las fronteras castellanas. Entre los lectores afamados está el inquisidor de Navarra, Sancho Carranza de Miranda, que encantado con la obra la distribuyó por su diócesis.

Otros proyectos de Valdés, como la traducción de algunos libros de Lutero y Escolampadio, pusieron a la Inquisición tras su pista. La protección que rodeaba a Valdés por parte de los profesores erasmistas, no podía frenar por más tiempo el brazo inquisitorial. En este periodo tan temprano a Valdés ya se le consideraba luterano, así lo defiende Llorente en su libro, aportando un documento de la Inquisición que dice: (sus ideas) consideradas como luteranas y su autor declarado formalmente hereje. No se le pudo meter en prisión porque se había marchado de España .

Sus perseguidores fueron estrechando el cerco y Juan decidió salir del país, antes de que la cosa llegara a mayores. Nuestro protagonista tuvo que dejar su amada Alcalá, ya que las nubes de la intolerancia y la represión empezaban a nublar el cielo hispano.

En 1529, Juan de Valdés marchó a Italia siguiendo a la Corte Imperial, que poco antes había embarcado para Génova, aunque no hay noticia de que llegara a Roma antes de agosto de 1531. En Roma buscó hacer carrera como clérigo. Apoyado por su hermano Alfonso y Juan Ginés de Sepúlveda, fue nombrado camarero del Papa Clemente VII, pero la vuelta de la Corte Imperial dos años después, le animó a recurrir nuevamente a su hermano, para conseguir algún puesto mejor. La muerte de este en Venecia a causa de la peste, supuso un duro golpe emocional y material para Juan. No olvidemos que su cabeza pendía de un hilo en España y su única protección era la privilegiada posición de su hermano Alfonso. Juan, que había pedido al Papa un salvoconducto para ir a ver a su hermano, nunca volvió a verle con vida.

En un primer momento se pensó en sustituir a Alfonso por algunos de sus hermanos en la secretaría, más al fin se optó por suprimir su cargo. La Corte Romana empezó a ser peligrosa para una persona investigada por la Inquisición española. La ascensión al papado de un Farnesio, Alejandro Farnese, ponía a todos los colaboradores del anterior Papa en peligro. La muerte de su otro hermano Diego, desahogó su precaria situación económica, dado que las rentas de este fueron a parar a su persona.

El destino elegido para “alejarse” de Roma fue Nápoles en el 1535. El retiro en el sur de Italia produjo una pérdida de influencia en los teatros principales de la política de su tiempo, aunque mantuvo una intensa relación epistolar con personajes como Granvela y Cobos. De hecho ostentó un cargo oficial, veedor de los castillos de Nápoles, informando a Cobos, secretario del emperador, de asuntos políticos en Nápoles. Juan vivió en Nápoles hasta el fin de sus días. En esta hermosa ciudad logró una importante influencia social, colaborando activamente con el Virrey don Pedro de Toledo, y lo que es más importante, dedicó su vida al estudio y a la predicación de su fe.

El amigable estudiante de Alcalá de Henares, admirado y amado por sus compañeros y profesores, supo ganarse el afecto de la cerrada sociedad napolitana. A todos ellos llegó con su sencillo mensaje de los “beneficios de Cristo”. Los cultos domésticos estaban repletos de personas de alta alcurnia, religiosos e intelectuales: Isabel Breñizo , la condesa de Fondi, Bernardino Ochino, el agustino Pietro Martire y el humanista y noble Marques de Vico Galeazzo. La congregación de Nápoles siguió manteniendo sus hábitos religiosos, tal vez a la espera que un concilio cambiara el curso de la Iglesia Romana.

Aunque Juan fue siempre un hombre moderado en sus ideas, no cabe negar que su labor contribuyó a la implantación del primer grupo de evangélicos en Italia. De las salas de la casa de Valdés, en Nápoles, salieron algunos mártires y líderes religiosos ilustres del protestantismo europeo.Juan no estableció una iglesia jerarquizada ni formal; No hubo constitución de pastores y ordenanzas. Las reuniones se celebraban en la casa de Valdés y parece ser que también ejercía él la labor de dirección del grupo. Se calcula que Valdés consiguió reunir y adoctrinar a más de tres mil personas, la mayor parte de ellas pertenecían a la nobleza y las clases pudientes de la ciudad.

El ilustre español realizó paralelamente a su labor pastoral una extensa obra literaria. El más conocido de sus libros es Diálogo de la lengua, más realizó otras obras de igual valía: Alfabeto Cristiano, Comentario a los Salmos, Comentario de la Epístola de San Pablo a los Romanos y la I a los Corintios, Las Ciento diez divinas consideraciones, entre otras. La mayor parte de sus libros fueron impresos después de su muerte. Algunos de ellos traducidos por discípulos suyos y difundidos en italiano y castellano.

Juan de Valdés muere en el año 1541, poco después, la persecución se desata sobre sus hermanos en la Fe. La Bula del 8 de enero de 1542, reforzaba el poder de la Inquisición italiana. Los rigores de la nueva inquisición italiana obligaron a exiliarse a seguidores de Valdés como Pierpaolo Vergerio, obispos de Capodistria, o Bernardo Ochino, general de los capuchinos.

Valdés, hombre prudente, había mantenido ciertos lazos con la iglesia oficial para evitar así la persecución de la incipiente Reforma Italiana. De otro modo, como sucedió más tarde, la Inquisición Romana habría desecho en mil pedazos al pequeño grupo de reformados italianos. Desde el año 1536, coincidiendo con la visita de Carlos I a Nápoles, se habían promulgado varios decretos contra las ideas reformadas, imponiendo penas de excomunión y muerte a todo aquel que se alineara a dichas doctrinas. La dispersión de sus seguidores y la represión de la jerarquía dieron al traste con este primer intento de Reforma en este país. Algunos de los seguidores de Valdés fueron ajusticiados y otros huyeron a tierras favorables a sus ideas.

Nieto nos dice de Valdés en relación a su pensamiento teológico:

Nuestros resultados muestran que, mientras que Valdés no podría ser clasificado bajo ninguno de los tipos religiosos indicados (misticismo, humanismo, pensamiento católico romano, pensamiento protestante) llegó a estar no obstante muy cerca del pensamiento protestante, especialmente en su epistemología...y en la antropología .

Sus contemporáneos tampoco le vieron como un reformado definido, Montano no incluye a Valdés en la lista de Luteranos españoles. Francisco de Enzinas relaciona las enseñanzas de Juan, con las de su hermano Alfonso:

Conocéis también a su hermano Juan de Valdés, el cual no pudiendo permanecer con seguridad en España, por la buena doctrina que había aprendido de su hermano, se retiró a Nápoles, donde ha hecho mucho fruto .

Mario Escobar Golderos

El calvinismo de Miguel Servet



Considera a Miguel Server reformado o protestante es algo arriesgado, pero debido a muchas de sus ideas, el español estaba más cerca de los planteamientos protestantes que de los católicos. Lo que podemos decir sin duda, es que Server, tal vez por su martirio, se convirtió en el más reconocido y admirado de nuestros heterodoxos. Seguramente esta admiración proviene de una confusión que intentaremos corregir más adelante.

La familia Servet se trasladó en el 1511 en Villanueva de Sijena, un pequeño pueblo aragonés donde su padre había sido destinado tras ser nombrado notario real. Allí nació Miguel y disfrutó de la holgada situación familiar. Sus padres desearon desde el principio, que su hijo se convirtiera en sacerdote, lo que no sabían era que terminaría interesándose por la religión, pero en otros aspectos. No sabemos a ciencia cierta sobre la educación que recibió de Miguel, aunque sus biógrafos nos hablan de una facilidad precoz para el estudio, dominando varios idiomas en su adolescencia (latín, griego y hebreo y era muy versado en matemáticas y filosofía escolástica) A los catorce años entró al servicio de Juan Quintana, un erudito monje franciscano. A la edad de diecisiete años fue enviado a Toulouse para estudiar derecho En la universidad leyó la Biblia, algo totalmente prohibido en España. Allí descubrió por primera vez, que el concepto de Trinidad no se exponía implícitamente en el texto.

Después de dos cursos, el joven Miguel, decide acudir a la llamada de su antiguo preceptor Quintana, que se había convertido en confesor de Carlos V. Fue testigo de la coronación del emperador en Bolonia. Escandalizado del boato de la curia romana, dejo la ciudad para ir a Basilea con la intención de unirse a los reformados. Permaneció unos meses en la casa del pastor Ecolampadio. Después de graves desencuentros, Miguel marchó hacia a Estrasburgo, donde conoció a los reformadores Bucer y Capito. En 1531 publicó De Trinitatis Erroribus Sobre los errores de la Trinidad . Servet creía que los protestantes tras leer su libro, abandonarían rápidamente la doctrina de la Trinidad.

La mayoría de los reformados se opusieron a las ideas de Servet. Melanchton dijo acerca del libro: "En cuanto a la Trinidad, ya sabes que siempre he temido que algún día el tema estallara. ¡Buen Dios, cuántas tragedias esta cuestión acarreará a las generaciones futuras!"
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Después del revuelo formado, Miguel Servet intentó escribir un libro más conciliador con su Dialogorum de Trinitate o Diálogos sobre la Trinidad, publicado al año siguiente. Pero lo cambios que realizó eran tan pequeños y su afirmaciones tan tajantes que la agria polémica se agravó. Sus libros fueron confiscados y se le advirtió que no visitara varias ciudades protestantes. En el bando católico también fueron condenadas sus obras y en 1532 la Inquisición le conminó a regresar a España para ser juzgado. Su hermano Juan, que era sacerdote, intentó convencerle para que volviera a casa. Servet, atemorizado por todo lo sucedido intentó esconderse y pasar desapercibido. Años más tarde, recordaba así aquellos años: Se me perseguía por todas partes para ser arrastrado hasta la muerte.

Bajo el nombre falso de Michel de Villeneuve se instaló en Paris, donde estudió Matemáticas y Medicina en la universidad. Pero el la vieja Sorbona, la agitación religiosa era aún peor que en Suiza. Nicolás Cop, rector de la universidad, fue obligado a abandonar la ciudad tras el discurso de apertura del nuevo curso. En Paris Servet y Calvino se conocieron, aunque al poco tiempo el segundo tuvo que huir de la ciudad. Al año siguiente Calvino, arriegando la vida, decidió regresar a París para disputar con Miguel Servet, pero el español no se presentó a la cita, seguramente por miedo a ser descubierto. Miguel Servet abandonó Paris, ganándose la vida como corrector de pruebas. Tras este breve paréntesis Servet retomó sus estudios de medicina. En 1538 ya tenía el título de doctor, colaborando con varios médicos famosos. Pero sus ideas innovadoras en medicina, sobre todo en lo relacionado con la circulación pulmonar, le trajeron muchos problemas. No se sabe con certeza si fue Miguel Servet o un contemporáneo suyo quien primero hizo este descubrimiento, a pesar de todo, Servet fue el primero en publicarlo
En 1538 Servet fue condenado por la universidad, el Parlamento y la Inquisición, por mezclar la medicina y la astrología. De nuevo huyó, para instalarse primero en Lyon, y después en Viena, convirtiéndose en médico personal del arzobispo Pierre Palmier. Durante doce años de vida tranquila en Viena, nada hacía presagiar el trágico final de Servet.

Continuando con su labor literaria, en 1542, publicó una nueva edición de la obra de Ptolomeo suavizando algunos de sus ideas, pero su proyecto más ambicioso era la edición de la Biblia de Pagnino, completada en siete volúmenes en 1545. Con esta edición, realizó la primera crítica moderna al texto bíblico. A pesar de todo, Servet seguía intersado en la teología, por lo que publicó su tratado teológico, Christianismi Restitutio o La Restauración del Cristianismo. No pudo evitar reanudar su agria polémica con un viejo conocido, Juan calvino, con el que reanudó una agitada relación epistolar desde 1546. Calvino ya había escrito su Institutio Christianae Religioniso o Institución de la Religión Cristiana y era el líder espiritual de Ginebra. Hasta ese momento, la teología de Calvino apenas había tocado el tema de la Trinidad, pero tras una acusación por Pierre Carola de unitarista, de la que Calvino fue absuelto por un sínodo en Lausana, Calvino se empeñó en combatir cualquier signo de unitarismo
Servet envió a Calvino un manuscrito de su todavía inédita Restitutio. Calvino le correspondió enviándole un ejemplar de su Institutio, pero Miguel Servet se lo devolvió repleto de anotaciones, que ridiculizaban su texto. Calvino, cansado de esta estéril disputa, decidió interrumpir la correspondencia.

De manera provocativa Miguel Servet envío un ejemplar de su Restitutio a Calvino. En el texto se incluían treinta cartas de Servet enviadas a Calvino. Calvino, enfadado, reveló la verdadera identidad de "Villeneuve" a la Inquisición de Viena. Tras su arresto e interrogatorio, Servet escapó de la cárcel. Pero tenía pocos sitios donde refugiarse. Perseguido en España, Italia, Francia, amenazado en Suiza y otras ciudades de Alemania. Al final optó por el norte de Italia, donde creía que sus textos eran bien acogidos, pero inexplicablemente se dirigió después hacia Ginebra. Una vez en la ciudad se presentó en la iglesia donde solía predicar Calvino, alguien le reconoció y fue arrestado y juzgado por herejía ante las autoridades de la ciudad.

La acusación presentada por Nicolás de la Fontaine en contra de Miguel Servet, en el Ayuntamiento de Ginebra, acusaba a Miguel Servet de no aceptar la Trinidad y de no aprobar el bautizo celebrado durante la niñez. Una vez condenado, Calvino pidió que Miguel Servet fuera decapitado, para que no sufriera tanto, pero el Ayuntamiento insistió en que fuera quemado en la hoguera.

Miguel de Servet mantuvo la compostura hasta el último momento. Muriendo entre las llamas, se dice que gritó: ¡Oh, Jesús, Hijo del Dios Eterno, apiádate de mí! Farel, que había presenciado la ejecución, comentó que Miguel Servet, desafiante hasta el final, podría haberse salvado si en su lugar hubiese gritado: Jesús, el Hijo Eterno. Unos meses más tarde, Miguel Servet fue ejecutado en efigie por la Inquisición de Francia.

La muerte de Miguel Servet abrió entre los reformados. un debate acerca de la tolerancia. Algunos estuvieron a favor la condena como el caso del magistrado italiano Gribaldo, pero otros como David Joris escribía desde Basiliea a los distintos gobiernos de las ciudades protestantes de Suiza para pedir clemencia. Pero la mayor parte de los líderes reformados apoyaron la ejecución de Miguel Servet, como Melanchthon que refiriendose a ella comento que era un ejemplo piadoso que merecía ser recordado para toda la posteridad. Calvino nunca mostró el menor arrepentimiento por ella. Utilizada por los católicos durante años para criticar a los reformados.

Una obra anónima sobre el castigo de los herejes, pedía la tolerancia. Gracias a obras como esta se abrió en debate sobre la cuestión del castigo o la tolerancia de las herejías, consiguiendo un mayor grado de tolerancia. A pesar de que, durante un tiempo, los herejes fueron ocasionalmente castigados con la muerte en algunos países protestantes, desde ese momento, la oposición a la pena máxima se había extendido de forma general. La muerte de Miguel Servet contribuyó a una mayor apertura hacia la libertad religiosa.
Pero, como decíamos al principio, ¿se puede considerar a Miguel Servet protestante o católico? Sería fácil mantener a Servet en el limbo religioso, o como se ha tendido en las últimas décadas, incluirlo en la lista de agnósticos y ateos que, supuestamente lograron el progreso de la razón y de la ciencia. Tal vez, diciendo lo que no era Servet, podamos deducir lo que era realmente. En primer lugar no era ateo ni agnóstico. Esta afirmación rotunda está firmente apoyada por su confesión final, mientras era quemado en la hoguera: Oh, Jesús, Hijo del Dios Eterno, apiádate de mí! Pero nuestro argumento viene apoyado, por otros comentarios de Servet. En una carta escrita en la cárcel, en la que se defiende de las acusaciones de Calvino Servet nos dice Juan Calvino falsamente me acusa de haber dicho lo que sigue: 1. Que las almas son mortales. 2. Que Cristo únicamente adquirió de la Virgen María una cuarta parte de su cuerpo. Se trata de cosas horribles. Entre todas las herejías y todo los delitos, no existe ninguno tan grande como pretender que el alma es mortal. En todo lo demás, puede haber esperanza de salvación, mientras que no la hay con tal herejía. Quien lo pretenda no cree en la existencia de Dios, ni en la justicia, ni en la resurrección, ni en Jesucristo, ni en las Sagradas Escrituras ni nada más. Sólo cree que todo muere y que el hombre y la bestia son una misma cosa. Si yo hubiera dicho o escrito tal cosa, yo mismo me condenaría a muerte”.

Con esta declaración Servet confirma lo que enunciábamos, ya que condena el ateismo quien lo pretenda no cree en la existencia de Dios...Si yo hubiera dicho ...tal cosa...me condenaría a muerte. Si nos fijamos, al citar los principios básicos del cristianismo cita: la justicia, ni en la resurrección, ni en Jesucristo, ni en las Sagradas Escrituras. No habla de advocación a santos, sacramentos o cualquier otro tipo de creencias. Todas estas, ideas y doctrinas reformadas. Edito la Biblia, de cuyo estudio se había ocupado toda la vida, la base de su fe también era Bíblica. Por otro lado, Servet tenía un concepto distinto de la iglesia, el no quería reformarla, quería restituirla a su estado primito. La restitución, expresada en su libro Christianismi Restitutio, publicado en Viena en 1553. Esta obra estaba dirigida a los teólogos, nos confirma muchas de sus creencias. En ella ataca al papado y transmite una fe puramente cristocéntrica al afirmar: Ahora Cristo no está muerto, como para tener necesidad de un sucesor; ni ausente como para requerir un vicario o un regente. Cristo vive, Cristo nos basta, Cristo nos está presente y está a nuestra disposición realmente como pontífice .

Por si nos quedara alguna duda del protestantismo de Servet, el mismo nos narra su conversión al decir que la causa que me fue encomendada por un cierto impulso divino para que la defendiese yo, que estaba celoso de tu verdad. Comencé esta tarea en otro tiempo, y ahora de nuevo me siento movido a proseguirla.
Nieto nos anuncia por último, que había en la tenaz lucha de Servet contra Calvino cuando nos dice que las cartas a Calvino y el enviarle el manuscrito de Restitutio, y al final su propio enfrentamiento con él, era su deseo de realizar la suprema misión de convertirlo. Servet creía en el fondo que el único capaz de entender sus proposiciones teológicas, que sólo era tiempo que las aceptara, en ese sentido era más calvinista que el propio Calvino, esperando que terminará por creer lo que el defendía.