miércoles, 26 de enero de 2011

Valdés antes que Lutero



Juan de Valdés.
Un reformador español anterior a Martín Lutero
Juan de Valdés es un ejemplo de los estrechos lazos que hubo, por lo menos en un principio, entre los reformados españoles y los seguidores de Erasmo . En algunos casos la simbiosis fue total, hasta el punto de que algunos erasmistas terminaron por separase de la línea ambigua, después de abierta condena, que tomo el Holandés frente a Lutero, y su negativa a unirse a las filas de los reformados. Uno de esos hombres era conquense, estudiante en Alcalá de Henares y ciudadano del mundo, se llamaba, Juan de Valdés.
Juan fue uno de los primeros españoles en abrazar la fe reformada, aunque sea difícil encasillarlo en cualquier tipo de dogmatismo. Tal vez, esta negativa a encasillarse, ha creado mayor dificultad; por ello algunos historiadores han puesto en duda sus ideas reformadas protestantes, queriendo asociarlo a los diferentes grupos de reformistas moderados que surgieron dentro de la Iglesia Romana. Antonio Fernández Luzón se inclina claramente hacia el protestantismo valdesiano cuando afirma que Juan de Valdés, al que Bataillon adscribió al erasmismo, es hoy generalmente admitido como luterano después de los estudios de Nieto, Gilly y Firpo . Lo mismo pensabaN Menéndez Pelayo, el Dr. Manuel Gutierrez, el Dr. José Flores; Werner Thomas habla de la aparición de Juan de Valdés como luterano en la lista de 1533, entregada al tribunal de Toledo por el clérigo manchego Diego Hernández .

Con el fin de descubrir a la persona escondida detrás del “personaje”, introduzcámonos en sus vivencias más íntimas y en los primeros años de su formación, conociendo a su familia y algunas de las personas que lo rodearon en esta etapa. Los Valdés provenían de una familia conversa de Cuenca, con precedentes de apoyo a la revuelta de los comuneros a favor d
el Marqués de Villena . El padre de Juan se llamaba Hernando y trabajaba bajo las órdenes de otro judío converso, el primer Marques de Moya, Andrés de Cabrera. Esta unión con los Marqueses de Moya permitió a la familia Valdés prosperar bajo su sombra. Cuando los Marqueses se pusieron durante la Guerra Civil de 1475 al lado de la entonces princesa Isabel, no podían ni imaginar los beneficios que esto iba a reportarles. De ser unos nuevos nobles, pasaron a ocupar una posición importante en la Corte Castellana. Hernando, por su parte, recibió la vacante de regidor de Cuenca. El padre de Juan se casó poco después con María de Barrera que procedía como él de familia conversa.

La pareja tuvo doce hijos de los que sólo nueve llegaron a la mayoría de edad. Por no enumerar a todos destacaremos a Andrés de Valdés, el primogénito, que ocupó el regimiento conquense del padre; Diego, Arcediano de Villena y canónigo de Cartagena; Francisco, maestre sala del Marqués de Moya y Alonso, secretario del emperador Carlos V. Los Valdés habían alcanzado en muy pocas generaciones un gran prestigio social, que hizo olvidar durante algún tiempo sus orígenes judíos. Alonso, por ejemplo, había llegado al escalón más alto dentro del sistema burocrático de su tiempo.

La única forma de ascender socialmente para un burgués en aquel momento era el ejército, la religión o la administración real. La carrera de Alonso no fue fácil, pero la ayuda de sus hermanos y el Marque de Moya, le allanaron el camino.

Juan, que es la figura central de este capítulo, nació en 1501, vivió alejado de la Corte, seguramente preparándose para ser sacerdote seglar o secular. Sus primeros estudios debió recibirlos en el patrocinio capitular existente en Cuenca, aunque poco se sabe de su vida en dicha ciudad. De allí marchó a Escalona hacia el 1523 para entrar a trabajar en la casa de don Diego López Pacheco . La vida de Juan debió ser tranquila ya que el Marqués, de avanzada edad, pasaba sus últimos años en un apacible retiro alejado de las pasiones mundanas. Según algunos procesos inquisitoriales, don Diego tenía a su cargo a un predicador acusado años más tarde de alumbrado, llamado Pedro Ruiz de Alcaraz . El Marqués, sus siervos y familiares escuchaban atentamente sus enseñanzas y fue, con toda seguridad, el primer maestro espiritual de Juan. Este primer contacto con temas espirituales le debió marcar profundamente, arrepintiéndose del tiempo perdido leyendo y viviendo mundanamente, preocupado en lecturas de caballería, como el mismo confiesa en su libro Diálogo de la Lengua.

En el año 1527 entró en la universidad de Alcalá de Henares, para estudiar griego y posiblemente también hebreo, teniendo como maestro a Francisco de Vergara. Durante dos años asistió a clase, donde pudo observar por primera vez como corrían verdaderos vientos de reforma erasmista en las aulas Alcalaínas. Joven amigable y de gran facilidad para el estudio, se ganó la simpatía de profesores y compañeros, convirtiéndose en pocos años en un verdadero erudito de lenguas clásicas como el griego, el hebreo y el latín. En el dominio del castellano se le consideraba un verdadero genio.

Las inquietudes espirituales que Juan llevó a Alcalá, fruto de su conversión en Escalona, le hicieron reflexionar sobre la incapacidad del hombre para alcanzar la salvación por sus propias fuerzas. No se sabe a ciencia cierta, si estas ideas del pequeño grupo de la casa del Marqués de Villena, ahondan sus raíces en las tierras de la Reforma Alemana, pero por el número de obras de Lutero que circulaban en ciertos medios sociales y culturales, bien podían ser estas las inspiradoras de las prédicas de Alcaraz. El mismo Juan debió tener acceso a dichas obras por medio de su hermano Alonso.

Las vivencias espirituales de Valdés, unidas a las lecturas anteriormente citadas, en un ambiente abierto y receptivo, como la Universidad Alcalaína, dieron a luz su libro: Diálogo de Doctrina Cristiana . Sería un error creer que la voz de Juan era una gota en un océano de indiferencia, ya que sus inquietudes era compartida por un gran número de profesores y alumnos.

El Dialogo de la Doctrina Cristiana fue impreso por Miguel de Eguía, y vio la luz el 14 de enero de 1529. Juan prefirió no darse a conocer y la obra salió con autor anónimo. El libro armó un gran revuelo y fue entregado a una comisión de la Inquisición para ser examinado, la cual dictaminó que la revisión de algunos textos confusos era suficiente para darle el visto bueno y permitir su difusión, dejando dormir tranquilo a nuestro protagonista. Con este catecismo Valdés se anticipaba a los de Lutero, que aparecieron en abril y mayo de ese mismo año.

Aunque el juicio del Dialogo de la Doctrina Cristiana puede parecernos benigno, hemos de añadir, que en una carta dirigida a los tribunales de distrito de la Inquisición desde la Suprema, órgano máximo de la Inquisición, con fecha 27 de Agosto de 1529, su lectura quedó prohibida. A pesar de todo su difusión es muy importante, de hecho Bataillon lo redescubrió en Lisboa, lo que nos habla de su difusión más allá de las fronteras castellanas. Entre los lectores afamados está el inquisidor de Navarra, Sancho Carranza de Miranda, que encantado con la obra la distribuyó por su diócesis.

Otros proyectos de Valdés, como la traducción de algunos libros de Lutero y Escolampadio, pusieron a la Inquisición tras su pista. La protección que rodeaba a Valdés por parte de los profesores erasmistas, no podía frenar por más tiempo el brazo inquisitorial. En este periodo tan temprano a Valdés ya se le consideraba luterano, así lo defiende Llorente en su libro, aportando un documento de la Inquisición que dice: (sus ideas) consideradas como luteranas y su autor declarado formalmente hereje. No se le pudo meter en prisión porque se había marchado de España .

Sus perseguidores fueron estrechando el cerco y Juan decidió salir del país, antes de que la cosa llegara a mayores. Nuestro protagonista tuvo que dejar su amada Alcalá, ya que las nubes de la intolerancia y la represión empezaban a nublar el cielo hispano.

En 1529, Juan de Valdés marchó a Italia siguiendo a la Corte Imperial, que poco antes había embarcado para Génova, aunque no hay noticia de que llegara a Roma antes de agosto de 1531. En Roma buscó hacer carrera como clérigo. Apoyado por su hermano Alfonso y Juan Ginés de Sepúlveda, fue nombrado camarero del Papa Clemente VII, pero la vuelta de la Corte Imperial dos años después, le animó a recurrir nuevamente a su hermano, para conseguir algún puesto mejor. La muerte de este en Venecia a causa de la peste, supuso un duro golpe emocional y material para Juan. No olvidemos que su cabeza pendía de un hilo en España y su única protección era la privilegiada posición de su hermano Alfonso. Juan, que había pedido al Papa un salvoconducto para ir a ver a su hermano, nunca volvió a verle con vida.

En un primer momento se pensó en sustituir a Alfonso por algunos de sus hermanos en la secretaría, más al fin se optó por suprimir su cargo. La Corte Romana empezó a ser peligrosa para una persona investigada por la Inquisición española. La ascensión al papado de un Farnesio, Alejandro Farnese, ponía a todos los colaboradores del anterior Papa en peligro. La muerte de su otro hermano Diego, desahogó su precaria situación económica, dado que las rentas de este fueron a parar a su persona.

El destino elegido para “alejarse” de Roma fue Nápoles en el 1535. El retiro en el sur de Italia produjo una pérdida de influencia en los teatros principales de la política de su tiempo, aunque mantuvo una intensa relación epistolar con personajes como Granvela y Cobos. De hecho ostentó un cargo oficial, veedor de los castillos de Nápoles, informando a Cobos, secretario del emperador, de asuntos políticos en Nápoles. Juan vivió en Nápoles hasta el fin de sus días. En esta hermosa ciudad logró una importante influencia social, colaborando activamente con el Virrey don Pedro de Toledo, y lo que es más importante, dedicó su vida al estudio y a la predicación de su fe.

El amigable estudiante de Alcalá de Henares, admirado y amado por sus compañeros y profesores, supo ganarse el afecto de la cerrada sociedad napolitana. A todos ellos llegó con su sencillo mensaje de los “beneficios de Cristo”. Los cultos domésticos estaban repletos de personas de alta alcurnia, religiosos e intelectuales: Isabel Breñizo , la condesa de Fondi, Bernardino Ochino, el agustino Pietro Martire y el humanista y noble Marques de Vico Galeazzo. La congregación de Nápoles siguió manteniendo sus hábitos religiosos, tal vez a la espera que un concilio cambiara el curso de la Iglesia Romana.

Aunque Juan fue siempre un hombre moderado en sus ideas, no cabe negar que su labor contribuyó a la implantación del primer grupo de evangélicos en Italia. De las salas de la casa de Valdés, en Nápoles, salieron algunos mártires y líderes religiosos ilustres del protestantismo europeo.Juan no estableció una iglesia jerarquizada ni formal; No hubo constitución de pastores y ordenanzas. Las reuniones se celebraban en la casa de Valdés y parece ser que también ejercía él la labor de dirección del grupo. Se calcula que Valdés consiguió reunir y adoctrinar a más de tres mil personas, la mayor parte de ellas pertenecían a la nobleza y las clases pudientes de la ciudad.

El ilustre español realizó paralelamente a su labor pastoral una extensa obra literaria. El más conocido de sus libros es Diálogo de la lengua, más realizó otras obras de igual valía: Alfabeto Cristiano, Comentario a los Salmos, Comentario de la Epístola de San Pablo a los Romanos y la I a los Corintios, Las Ciento diez divinas consideraciones, entre otras. La mayor parte de sus libros fueron impresos después de su muerte. Algunos de ellos traducidos por discípulos suyos y difundidos en italiano y castellano.

Juan de Valdés muere en el año 1541, poco después, la persecución se desata sobre sus hermanos en la Fe. La Bula del 8 de enero de 1542, reforzaba el poder de la Inquisición italiana. Los rigores de la nueva inquisición italiana obligaron a exiliarse a seguidores de Valdés como Pierpaolo Vergerio, obispos de Capodistria, o Bernardo Ochino, general de los capuchinos.

Valdés, hombre prudente, había mantenido ciertos lazos con la iglesia oficial para evitar así la persecución de la incipiente Reforma Italiana. De otro modo, como sucedió más tarde, la Inquisición Romana habría desecho en mil pedazos al pequeño grupo de reformados italianos. Desde el año 1536, coincidiendo con la visita de Carlos I a Nápoles, se habían promulgado varios decretos contra las ideas reformadas, imponiendo penas de excomunión y muerte a todo aquel que se alineara a dichas doctrinas. La dispersión de sus seguidores y la represión de la jerarquía dieron al traste con este primer intento de Reforma en este país. Algunos de los seguidores de Valdés fueron ajusticiados y otros huyeron a tierras favorables a sus ideas.

Nieto nos dice de Valdés en relación a su pensamiento teológico:

Nuestros resultados muestran que, mientras que Valdés no podría ser clasificado bajo ninguno de los tipos religiosos indicados (misticismo, humanismo, pensamiento católico romano, pensamiento protestante) llegó a estar no obstante muy cerca del pensamiento protestante, especialmente en su epistemología...y en la antropología .

Sus contemporáneos tampoco le vieron como un reformado definido, Montano no incluye a Valdés en la lista de Luteranos españoles. Francisco de Enzinas relaciona las enseñanzas de Juan, con las de su hermano Alfonso:

Conocéis también a su hermano Juan de Valdés, el cual no pudiendo permanecer con seguridad en España, por la buena doctrina que había aprendido de su hermano, se retiró a Nápoles, donde ha hecho mucho fruto .

Mario Escobar Golderos

No hay comentarios:

Publicar un comentario